No deja de ser interesante recordar que la historia del mundo cambió radicalmente desde el punto de vista demográfico y económico a partir de la Revolución Industrial iniciada a fines del siglo 18 en Inglaterra. Hasta antes de este trascendental proceso, el abuelo, el hijo, el nieto y el bisnieto tenían básicamente el mismo standard de vida y sus expectativas de vida al nacer rondaban los 30 a 35 años. Para esas generaciones, a diferencia de las actuales, no era connatural a su existencia el proceso de crecimiento económico que hoy damos por descontado – o al menos hasta hace una década … -.
La población del mundo en la época del emperador Augusto de Roma andaba cerca de los 230 millones de habitantes, con alrededor de un 60% de ésta en Asia, parámetro que se da hasta el día de hoy. Mil años después, la población mundial alcanzaba los 270 millones de habitantes, prácticamente sin crecimiento. Hacia el año 1500 rondaba los 500 millones, recién duplicando aquella de comienzos del milenio o incluso aquella del mundo cuando Cristo nacía en Belén. Fue hacia el 1800 que el mundo aproximó los 1.000 millones de habitantes, con una expectativa de vida al nacer cercana a los 40 años. En 1815 comenzaba además una época larga de paz en el mundo occidental después de las guerras napoleónicas que habían costado entre 4 y 7 millones de habitantes (2.5 a 3.5 millones de muertes militares) que para una población de Europa en ese entonces cercana a los 200 millones equivalió a una pérdida entre 2 y 3.5% de ésta.
En 1900 la población mundial ya era de 1.500 millones y esencialmente se cuadruplicaría en el transcurso del siglo para alcanzar los 6.200 millones en el año 2000. Hoy la población del mundo ronda los 8.200 millones de habitantes, con una expectativa de vida al nacer de 74 años a nivel agregado.

El aumento de población se dio por una brutal caída en la tasa de mortalidad, especialmente la infantil, y el aumento consecuente en las expectativas de vida al nacer en cerca de 40 años, con mejoramientos notables en la alimentación de la población y su salud. Lo anterior ocurrió a pesar de tener en consideración las pérdidas de vidas humanas especialmente fuertes durante la segunda guerra mundial: alrededor de 55 a 60 millones de personas (25 millones en la ex Unión Soviética – 8 millones en Ucrania -, 15 millones en China, 6 millones en Polonia – esencialmente judíos -, 4 millones en Alemania, 2 millones en Japón, 2 millones en la ex Yugoslavia, 400.000 en el Reino Unido y 300.000 en Estados Unidos) que sobre una población mundial de 2.300 millones hacia el año 1940 representaron cerca de un 3% de ésta. Notar que la pérdida demográfica no sólo está en la muertes de la guerra sino también en la postergación del ciclo natural de crecimiento familiar.
¿Y el aumento en el standard de vida? Prácticamente irrelevante hasta la entrada en la Revolución Industrial. La siguiente tabla intenta aproximar al standard de vida de nuestros ancestros cruzando estadísticas de producción de alimentos, cambios en la estatura de la población, tamaño de las viviendas y de las armas usadas por los ejércitos, etc.

Lo notable es que entre las zonas geográficas del mundo las diferencias se detonan en el 1800. La caída de Bizancio en 1453 por los turcos otomanos había cerrado la ruta de las indias desde Europa; Enrique El Navegante de Portugal pujó por nuevas rutas al oriente, hasta que Bartolomé Díaz descubrió el Cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica en 1488; en 1492 vendría el descubrimiento de América por Cristóbal Colón y en 1520 Hernando de Magallanes descubriría el estrecho homónimo en una expedición que Sebastián Elcano terminaría al dar la vuelta al mundo. Entretanto, en 1433 la dinastía Ming en China había decidido terminar con sus viajes oceánicos que la llevaron al Índico para centrarse en su dominio local. Pero el cambio de verdad llegaría 300 años después …

Occidente tomaría un liderazgo por más de 200 años con un impacto monumental en su standard de vida, y especialmente en contraste con aquellas regiones que no se subieron oportunamente en el tren de la Revolución Industrial.
A fin de cuentas, el azar y fortuna son partes del destino, pero tomar la decisión correcta en el momento oportuno puede implicar cambios con impactos enormes en el standard de vida de la gente.
Quien quiera gobierne debería conocer esta historia del mundo y permanentemente preguntarse por qué ocurrió lo que ocurrió. Y luego reflexionar de cómo contribuir al desarrollo en vez de cómo trabarlo. Que no pasen 1.000 años para luego decir “nos equivocamos” …
Manuel Cruzat Valdés
9 de mayo de 2025