Reforma previsional: en vez de …

Lamentable es ver cómo avanza el famoso acuerdo previsional actual cuando éste podría ser sustancialmente mejor para el país.

En vez de corregir al alza las edades de jubilación y dejarlas indexadas a aumentos en las expectativas de vida, que en cuatro décadas significaron pasar de proyecciones aproximadas de 10 años post jubilación para agotar los ahorros acumulados durante la vida laboral a más de 20 años para seguir agotando los mismos, se optó por no modificar tal estructural parámetro, aunque fuese de manera gradual. Una irresponsabilidad mayúscula que parte prometiendo, aún con conocimiento de causa, ilusiones de mejores pensiones que el sistema no va a poder entregar, salvo los mejoramientos redistributivos de corto plazo, pues la sobrevida post jubilación va a seguir creciendo.

En vez de acordar una ayuda a pensionados actuales financiada con rentas generales de la nación, ya fuesen provenientes de impuestos a la renta, IVA, royalties al cobre y litio y un largo etcétera, se optó por imponer una carga adicional al empleo estrictamente formal. El hecho es que ya antes de este nuevo gravamen al trabajo el empleo formal representaba tan sólo un poco más del 70% del empleo total, como reflejo de un mercado laboral que obviamente no había estado funcionando de manera eficiente, agudizando así su problema. Otro descuido central frente al cual se cierran imperdonablemente los ojos.

En vez de celebrar que las expectativas de vida no han dejado de crecer y que muy probablemente sigan haciéndolo, y que por lo mismo existe un capital humano formado que bien podría seguir siendo parte del mundo de los ocupados hasta muy pasados los 65 años, se incentiva su salida a temprana edad estando sanos y vigentes. Pierden ellos, en ingresos y sentido de pertenencia al cuerpo social, y ciertamente pierde el país que los “sostiene” y que simultáneamente no aprovecha sus valiosos talentos y experiencia en un mercado laboral que no los acoge por sus inflexibilidades autoimpuestas. Un creciente capital humano desperdiciado.

En vez de exigir de una vez por todas seriedad en las finanzas fiscales, se acepta crear un vehículo (FAPP) que las hace aún menos transparentes, que hasta al CFA incomoda – ya empezamos a hablar de deudas contingentes en vez de deuda pura y simple en favor de cada cotizante individual formal – y que además se presta para cambios discrecionales en el futuro que podrían desdibujar su actual propósito a través de “otro acuerdo”. Si tanto se insiste que la deuda fiscal por las cotizaciones asociadas a un préstamo forzoso al estado es a firme, ¿por qué no serlo como tal desde el primer día y salir al mercado de capitales a levantar los recursos requeridos en vez de esta entelequia que puede abrir demasiadas puertas discrecionales?

En vez de internalizar que las tasas de interés reales de largo plazo cayeron estructuralmente desde los 80´s, cuando nacían los fondos de pensiones, y que para países en vías de desarrollo como Chile, necesitados de capital para invertir en sus minas, infraestructura y ciudades, entre otros grandes desafíos, es una gran noticia por las posibilidades de financiamiento que se abren y de crecimiento que se podrían lograr, se opta implícitamente en esta reforma por “trabajar menos” y “pensionarse más”. Qué mirada más deprimente y poco ambiciosa para un país que desaprovecha oportunidades únicas que se le dan.

En vez de aceptar que en el mundo somos un país más, con sus propios recursos de capital y trabajo y especialmente sus políticas de desarrollo, que compite por atraer capitales, aparecemos con una reforma que no se hace realmente la pregunta de cómo salir del crecimiento mediocre de 1.8% real anual implícito en las proyecciones del PIB y que ciertamente no nos mejora en el concierto mundial de capitales. Después de la reforma, somos un país menos atractivo que no resuelve sus problemas, sino que más bien los esconde. ¿Más ahorro global porque se aumentaría la tasa de cotización obligatoria? Lo que aumentaría forzosamente por esa vía se podría disminuir por la vía del ahorro voluntario, pudiendo ser el efecto final incluso peor si terminara aumentando la desconfianza frente a políticas públicas consistentemente mal diseñadas.

En vez de rescatar al país y ayudar a proyectarlo junto a otras reformas pro competitivas para acceder a crecimientos del 5% real anual, que trabaje duro y opere en mercados laborales flexibles, que invierta, que ordene las finanzas fiscales congelando su gasto y las transparente, que aproveche su capital humano en vez de darle vacaciones anticipadas, que entregue un sustancial mejor standard de vida a sus habitantes, vamos por la vía equivocada.

Una reforma, pues, para quedarnos con ese 1.8% de crecimiento real anual de largo plazo que nos sigue alejando del tren de desarrollo del mundo.

Manuel Cruzat Valdés

26 de enero de 2025

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